Hay que cuidarse de los tiempos tranquilos, pero no hay que poner atención especial e inmediata cuando la política navega sobre aguas turbulentas. Esta semana que pasó fue de esos lapsos en los que mostraron a actores nacionales y locales su verdadero carácter y revelaron, además, en algunos casos, su lamentable condición humana.
Fue una semana en la que la salud presidencial ocupó los espacios en los medios y las redes sociales, en los que se difundieron tal vez muchas mentiras, pero se ocultaron, de manera oficial, más verdades. En medio, una sociedad cada vez más desinformada por los conductos tradicionales, pero más polarizada desde el púlpito presidencial y a través de sus repetidores en las redes sociales y varios, también, canales oficiales.
Un presidente supuestamente afectado por tercera ocasión de Covid 19 que regresó este viernes a la Mañanera con una furia desmedida, como si más que el virus originado en China le hubiese afectado un lyzzavirus de la familia de los Rhabdoviridae, de la especie Rabies virus y conocido popularmente como rabia.
López Obrador llegó con todo. Autoritario, más que enérgico, ordenó a sus diputados y senadores hacer todo lo necesario para acabar con el Instituto Nacional de Acceso a la Información y la Transparencia porque, dice, no sirve para nada. En su “mundo ideal”, el presidente considera que el organismo garante del derecho de los mexicanos a que el Estado informe lo que se empeña en ocultar, debe desaparecer o, en todo caso, depender de la Secretaría de la Función Pública, perdiendo así su autonomía y sujeta a lo que decida su gobierno. Juez y parte pues.
Pequeño como es, vuelve a mostrar sus traumas y complejos contra quienes perciben ingresos mayores que él, aún cuando estén mejor preparados y mayor nivel de estudios. Lo hace a diario contra los togados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, magistrados y jueces. Critica, despotrica y multiplica sus descalificaciones e insultos y todo lo justifica “a favor del pueblo” que está harto de las trapacerías, robos, fraudes y corruptelas cometidas los conservadores en el periodo neoliberal, mientras a su lado, cómodamente sentados, observan, disimulados, Manuel Bartlett, Alejandro Gertz, y otros expriistas y expanistas exonerados por su movimiento.
En algo tiene razón. El pueblo, ese pueblo bueno y sabio, sacó a los corruptos de los gobiernos y apoyó el cambio y transformación ofrecidos. Pero sigue sin ver acciones legales en contra de los corruptos. Al contrario, éste gobierno los tiene y los protege. Qué mejor ejemplo que el de Ignacio Ovalle, un expriista que López Obrador colocó en Segalmex donde la Auditoría Superior de la Federación ha detectado desvíos por más de 15 mil millones de pesos. O el mismo Bartlett, Gertz y sus propios hermanos e hijos. ¿Acabó la corrupción? Miente, presidente. Y una de las mayores expresiones de corrupción en cualquier gobierno es la mentira.
Ha mentido tanto, a ritmo de 130 falsas verdades diarias en su tribuna mañanera, que cuando llega a decir alguna verdad, pocos le creen. Como con lo del Covid reciente y su “desmayo temporal”. Un hombre en esas condiciones no puede regresar al escenario político, cuatro días después de su crisis, con tanto rencor y odio en el alma. A no ser que esté podrida, como las que se refiere su secretario de gobernación, Adán Augusto López, otro “mentirosillo” protegido.
No puede, un hombre bueno y sabio, levantarse todos los días con tanta destrucción en el pecho. Antes queriendo acabar con el INE, luego con Conacyt, después amenazar y chantajear a la Suprema Corte, arremeter contra Estados Unidos porque vienen contra los Chapitos y su industria del fentanilo, y ahora presionar con su recua incondicional de diputados federales y senadores de la república morenista, para destruir al INAI y privar a los mexicanos del legítimo derecho de tener información de las obras, programas y recursos utilizados por el erario, así como documentos públicos. ¿A qué le teme, presidente? ¿Existe temor fundado de que sean los medios los que descubran los desvíos, fraudes y robos que se cometen en el Año de Hidalgo y en el actual, el llamado “Año de Carranza”, porque el de Hidalgo ya no alcanza?
Usar los espacios públicos para insultar, denostar, calumniar y chantajear para destruir instituciones, no es función de un presidente. Se le eligió para unir, no dividir al país. Se le eligió para construir acuerdos, no para dinamitar los puentes del diálogo. Se le eligió para acabar con la corrupción, no para ocultar a sus amigos y familiares debajo de la alfombra. Se le eligió para construir un mejor país, no para derribar sus pilares más poderosos.
Alguna vez, el expresidente priista Enrique Peña Nieto dijo estar convencido de que ningún presidente se levanta pensando cómo “joder” a México. Creo que se equivocó. Así que, parafraseando sus llamados a la oposición y sus críticos, le pediría que se tranquilice, serene y se calme. Le hace daño a su salud y le pega en la madre al país.
*El autor es periodista con 45 años de experiencia, licenciado en periodismo, asesor en comunicación y marketing político, consultor de medios.
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